jueves, 22 de mayo de 2008

Roger Waters - Estadio River Plate (17-03-07)

TRANCE LUNAR

El sábado el Monumental fue testigo de un acontecimiento histórico. El show de Roger Waters fue algo más que un concierto de rock. Tratando todavía de salir de la hipnosis general, El Bondi te acerca la cobertura de la primera de las dos fechas.

¿Puede un viejo de 63 años estremecer a miles de personas? ¿Puede la música transportarte a un viaje a través de la mente? Sí. Sí puede, aunque no todos tienen ese poder. Sólo Pink Floyd (o sus canciones) pueden lograr que más de 50.000 personas queden atónitas por más de dos horas. El sábado 17 de marzo de 2007 quedará grabado en la memoria de todos los presentes en el estadio de River Plate.

Antes de comenzar el show, desde la pantalla principal se podía observar una botella de whisky y una vieja radio. Así, inmóvil, estuvo la imagen por largos minutos hasta que apareció una mano que prendió la radio y comenzó a sintonizar la música que se reproducía por los parlantes del estadio. Sonaron clásicos de rock como “Johnny Be Good” de Chuck Berry, que sirvieron para calentar un poco a la gente.

Cuando las luces se apagaron, todo fue adrenalina. Algo histórico estaba por comenzar y todos lo sabían. “In the flesh” fue el primer tema como en ese disco de 1979 llamado The Wall. Los aplausos del público daban la bienvenida a un Roger Waters que lucía de impecable traje negro y el mismo pelo de siempre aunque, claro está, con más canas que antes.

Luego de un comienzo bien eléctrico, “Mother” fue la siguiente y Roger tomó su acústica para entonar esa bella canción que reproduce las preguntas existenciales que le hace un hijo a su madre.

¿Alguien recuerda a los primeros Floyd? Bueno, por si la memoria fallaba, en “Set the control for the Heart of the Sun” las fotos de la banda a fines de los `60s sirvieron de ayuda memoria. Mucha psicodelia mezclada con sonidos árabes y la importante presencia del órgano y la flauta. Imposible no recordar ese mítico concierto en las ruinas de Pompeya.

El año pasado falleció el fundador de la banda, Syd Barret, y su amigo no quiso dejar pasar esta oportunidad para rendirle un merecido homenaje. Para esto, sonó “Shine on you crazy diamond” con filosos punteos de guitarra y cambio de ritmo incluidos. En la pantalla se mezclaban imágenes de Syd y del Universo.

En “Have a cigar” se hizo sentir por primera vez en el show, el famoso sonido cuadrafónico del que tanto se habló. Ahora sí, la música floydiana encerraba a todos los presentes por los cuatro costados de la cancha.

Luego de este tema, volvió a aparecer en la pantalla la radio y la mano de un tipo. Nuevamente el dial fue movido y así comenzó a sonar “Wish you were here”. Las luces de los celulares se prendieron y, aunque Roger hizo lo que pudo, quedó en evidencia que ya no puede cantar este tema como tiempo atrás. ¿Pero quién se puede oponer a escuchar ese hermoso clásico?

A continuación sonaron cuatro temas antibélicos. Una obsesión que tiene Waters y que no es nada nuevo. Algo que quedó demostrado en “Southampton Dock”, “The Fletcher Memorial home” y “Perfect sense”. A estas se le sumó una historia basada en un viaje que hizo el bajista a Medio Oriente en su juventud (“Leaving Beirut”). Por las pantallas se podía seguir la letra y la historia aparecía retratada en viñetas de historieta.

A esta altura el show seguía creciendo en emotividad, creatividad y sonido. Hasta que apareció el cerdo volador de “Animals”. “¡Sí, lo trajo!” fue el comentario de todos. “Sheep” sonaba y el público seguía al cerdo mientras surcaba el cielo de River y llevaba impresos graffitis como “Encierren a Bush antes de que nos mate a todos” o “Nunca más desaparecidos”. Para coronar esto, dos llamaradas gigantes salían de los costados del escenario. Sublime. Final de la primera parte.

Luego de un intervalo de quince minutos llegaría la gran emoción de la noche. La presentación de Dark side of the moon (1973). ¿Qué? ¿Vino a presentar un disco de hace más de treinta años? No, amigos; vino a tocar una obra de arte que trasciende el tiempo. ¿O existe otra manera de denominar a esas diez canciones que elevan el alma y expanden la mente a otra dimensión? Esta parte del show fue eso, todos los temas y en el mismo orden que en el álbum. Pero no se confundan, no fue lo mismo que poner el disco y escucharlo en sus casas. Esto fue otra cosa. Los latidos que abren “Speak to me” se sentían bien adentro, taladrando la cabeza. Las bellísimas “Breathe” y “Us and Them” emocionaban hasta al más duro de los hombres. Los relojes en “Time” sonaban por todo el Monumental como si fueran bombas a punto de detonar.

¿Y qué se puede decir de “Money”? Aunque no la cante Waters y lo haga uno de sus guitarristas, a ese tema no hay con qué darle. Ese riff histórico de bajo, pero ahora en vivo. Sin palabras.
Para el final de este set todavía quedaba una sorpresa. En los últimos tres temas comenzó a bajar del techo del escenario, una pirámide que proyectaba luces con los colores del arco iris. Imposible no pensar en la tapa de “Dark Side...”.

Con “Brain damage” y “Eclipse” llegaba el final del set. Después de eso todo lo que siguiera parecería ser más que un regalo del cielo.

Y parecía que el señorito inglés tenía ganas de regalar un poco más de talento y arrancó la última parte del show con “Another brick in the wall” junto a los chicos del Instituto River Plate haciendo coros. El estadio parecía derrumbarse ante cada estribillo y el clásico “We don´t need no education”.
Ya se sabía que todo estaba terminando y rápidamente pasaron “Is there anybody out there”, la casi a capella “Vera” y “Bring the boys back home”.

El gran final se predecía y Waters lo confirmó al comenzar “Comfortably Numb”. Cantada por el guitarrista Andy Fairweather-Low, el tema sirvió para que nadie se olvide que Pink Floyd está más vivo que nunca y que nada borrará su obra. Emoción es muy poca palabra para describir lo que se vivió en este final. Cerrando los ojos, muchos imaginaron en ese mismo escenario a David Gilmour, Richard Wright y Nick Mason junto a Roger. Algo prácticamente imposible de que pueda ocurrir en esta vida y sobre todo en estas latitudes. Pero dicen que soñar no cuesta nada y eso fue el show de Waters: un gran sueño hecho realidad.

La primer noche del ex bajista de Pink Floyd estuvo a la altura de las circunstancias aún superando la expectativa de algunos. Un memorable concierto que más de 50.000 personas llevarán en su mente el resto de su vida. Un show que será comentado de generación en generación.


El lado oscuro del show

Si algo podía opacar un poco este show, era el invento argento del “Campo Trasero”. Es decir, de la mitad de la cancha para atrás, todos parados, de la mitad para adelante, el famoso VIP. Si querían hacer esto para ganar más plata y dividir un poco más el precio de las entradas, ¿no hubiera sido bueno que también piensen en que el escenario debía estar un poco más alto para que todos observen correctamente? 120 pesos es un precio razonable para que alguien se hubiera dignado en pensar en eso. Salvo que la estatura promedio del público haya sido de 1.80 metros, nadie pudo observar casi nada. Claramente la avivada está en que los que compraron “campo trasero” la próxima se animen y compren su entrada VIP porque de ahí seguro van a ver bien. Un curro más y van…

TXT: Christian Alliana para www.elbondi.com

No hay comentarios: